Valverde de Sandoval. Monasterio. Acuarelas.




 
El monasterio del tiempo.

Los lamassus de Sandoval, el secreto del Cister en León y el Camino de las estrellas del Gran Tronán.
Los "lamasus" o "lammasus" son grandes hombres-toro alados surgidos en Asiria, como elementos apotropaicos para guardar y proteger las puertas de las ciudades, templos o palacios de sus monarcas.
Estos toros androcéfalos alados, a modo de esfinges, infundían temor y respeto a los espíritus maléficos y a los enemigos. Existía una leyenda según la cual mataban a los que se aproximaban, excepto a los hombres puramente buenos.
Estos toros se asociaban sobre todo a las corrientes de agua que llevan a la fertilidad, al poder, al estar sobre la tierra. Por otra parte, la cabeza humana les dota de inteligencia y la larga barba historiada los liga a las divinidades, por simbolizar la experiencia y el conocimiento.
El lugar de Sandoval fue conocido como "Saltus Novalis" un fértil territorio del mayordomo y gobernador de los castillos del rey Alfonso VII que se encontraba en la vega de los ríos Porma y Esla. Allí existía una antiquísima y arruinada iglesia que fue donada en 1167 con sus terrenos al abad Diego Martínez, del monasterio vallisoletano de la Santa Espina, con el fin de hacer construir en ellos un nuevo monasterio. El topónimo "Sandobal" como "stour" el Ástura, el río que lo nutre, puede ser de origen ibero. El primer elemento está, sin duda, en relación con la raíz zenda, zanda, como "monte bajo". La última parte, be, debajo y al pastizal, formaría un conjunto con el significado de "pastizal al pie de un monte bajo".
Sobre el lugar los cronistas ambulantes narraban antiquísimas leyendas basadas en tradiciones bretonas y mozárabes que decían que por el lugar pasaba un antiquísimo camino llamado de las estrellas, que llegaba hasta Carrizo de la Ribera pasando a ser una variante de la ruta jacobea que, en vez de atravesar la Maragatería, se internaba en tierras bercianas, por la Cepeda.
Una de esas leyendas cuenta que el conde Ponce de Minerva, vuelto del cautiverio en tierras musulmanas, peregrinó a Santiago y se detuvo en el hospital del Monasterio de Carrizo, edificado por su esposa Estefanía Ramírez durante su ausencia. La propia condesa le atendió y le lavó los pies. Cuando él la reconoció hizo la promesa de levantar otro monasterio en sus fértiles tierras de Mansilla de las Mulas, el de Sandoval.
Los cronistas ambulantes contaban otra hermosa tradición. Aseguraban que cuando llegó el ocaso de las ciudades mesopotámicas de Asiria, los "lamassus", los protectores de los templos y ciudades, siempre en parejas, ascendieron a la bóveda celeste, volando hasta el Occidente, siguiendo las estrellas y como en la epopeya virgiliana, buscaron un nuevo hogar donde establecerse similar al de su nacimiento. En este caso eligieron la confluencia de los ríos Esla y Porma, evocando al Tigris y al Éufrates, siendo para ellos, el lugar ideal. Estas crónicas que eran escuchadas en tiempos medievales, llegaron a oídos del conde Ponce de Minerva y su esposa Estefanía Ramírez, que, impulsando la construcción de un monasterio cisterciense, respetaron el emplazamiento original de las famosas esculturas. Y así fue como el Monasterio de Santa María de Sandoval (s.XII) se convirtió en el monumento más mágico de la fértil Mesopotamia Leonesa.
Después de la Desamortización de Mendizábal, los lugareños cuentan que estos lamassus fueron enterrados por miedo a ser vendidos, lo que se convirtieron en eterna leyenda. Nadie sabe dónde se hayan, pero en una hacendera organizada por ProMonumenta un socio aseguró haber encontrado una pata en el claustro.
"Durante los equinoccios de otoño y primavera se produce un fenómeno único, la luz del sol entra al retablo e ilumina de forma nítida las siete escenas representadas en él".
Acuarela.

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