EL CISTER Y SU ARTE INICIÁTICO. Claraval, el doctor Melifluus.




 

    El origen del Cister  se remonta a la fundación de una abadía por el abad Roberto Moresmes sobre el año 1084 en el Monasterio de Citeaux.  En el 1115, Bernardo de Claraval funda otro monasterio, el de Claraval. Tienen como regla la de San Benito, la cual aspiran seguir en forma estricta. La construcción del edificio consistía en unos fuertes muros intercalados con torres de vigilancia delimitando el perímetro de la abadía, y un muro adicional de norte a sur separaba las zonas monásticas de las otras (Agrícolas, talleres, etc). Todo un mecanismo industrial, capacitador de ideas y de creatividad que había que proteger. La orden se inspiró en la reforma realizada por el Papa Gregorio VII, que decía que era un simple continuador de los ideales de Gregorio el Magno.

    El reformador e impulsor de la obra del Cister, Bernard de Claraval fue un monje francés del S. X. En una época donde la sociedad, básicamente rural, se veía sometida a los abusos de los señores feudales, la orden cisterciense pretendió realizar un cambio social a través del trabajo que realizaban en los monasterios, pensados como centros de producción y logística, involucrando  a la gente del pueblo, según posibilidades, a las labores industriales y agrícolas de la época. Introdujo numerosas innovaciones y cambios socio-económicos.

    Bernardo nació en el castillo de Fontaine-les-Dijón, en Borgoña, Francia en el año 1090 con el nombre de pila de Bernard de Fontaine. Fue el tercero de siete hermanos. Su padre era caballero del duque de Borgoña y lo educó en la escuela clerical de Chatillón-sur-Seine. Era el tercer hijo de los siete que tuvo el matrimonio. Ambos padres, aunque se cuenta que especialmente su madre, pronto advirtieron las extraordinarias cualidades intelectuales de su hijo y, por ese motivo, decidieron eximirlo de continuar la tradición familiar del oficio de las armas y hacer que se encaminara hacia una vida de estudio. Por ello, ingresó en la escuela de canónigos regulares de Châtillon-sur-Seine. Ingresó, como miembro de una comunidad, cerca de su ciudad natal, bajo la obediencia del abad Roberto de Moresmes, con la regla de San Benito . Pero en el año 1113, ingresó como novicio en la Orden del Císter, acompañándole cuatro hermanos, un tío y algunos amigos (hasta 30 personas, según otras fuentes). Posteriormente entrarían también en la orden su padre y su hermano menor. El año 1115,  Harding, el abad del monasterio, ante el doble problema de la masiva presencia del clan de los Fontaine y el repentino incremento de sus miembros, decidió enviar a Bernardo a fundar otro monasterio, el monasterio de Claraval, una de las primeras fundaciones cistercienses. En este monasterio impuso el estilo que pronto se extendería a toda la Orden del Císter: disciplina, austeridad, oración y simplicidad. Tales ideales le enfrentaron con Pedro el Venerable, el abad de Cluny, pues suponían un ataque directo contra la riqueza de los monasterios, la pompa de la liturgia y el lujo de las iglesias cluniacienses. 

     No dudó de la legitimidad de usar la fuerza en apoyo de la Iglesia, incitando a franceses y alemanes a la segunda Cruzada (1146), o haciendo reconocer a la Orden del Temple como realización del ideal del fraile-soldado (1128). Murió en su abadía el 20 de agosto de 1153 y fue canonizado en 1174.

    Según varias historias medievales sobre su vida, San Bernardo tuvo una visión de la Virgen María. La lactancia materna a menudo estaba espiritualmente conectada en el Antiguo Testamento con la recepción de la sabiduría o las bendiciones de Dios. Durante el periodo en el que Bernardo se condicionó a una vida austera, de continuo sufrimiento, enfermó. Durante la enfermedad debió sufrir fiebres, que le provocaron un estado de arrepentimiento profundo. Una autentica catarsis y cambio prometiendo a la Virgen a la que encomendó su curación, un cambio en su manera de ver la vida y el mundo. Cuenta la tradición que la Virgen se le había aparecido, acompañada por santos, cuando sufría la enfermedad, y con un toque suave había aliviado su angustia, eliminado su enfermedad y comprobado el flujo feroz de saliva de sus labios, esos labios de los que salían quizás las palabras más sabias y ordenadas escuchadas en Europa. Gracias a ese pensamiento creativo el abad encontró la manera de rezar a Dios a través del trabajo y de la creación alquímica de los monasterios, convirtiendo de esta manera su orden, en una de las más fructíferas de toda la cristiandad. El trabajo en sus centros monásticos era completo e irradiaba con su energía, vida y prosperidad, a las gentes que vivían cerca de ellos.

    El rasgo básico del abad de Claraval tanto a nivel intelectual como en la inspiración práctica fue la unión armónica de misticismo y teología, la sabiduría y el conocimiento, con la práctica. Bernardo pudo transmitir algo de esa experiencia mística a través de sus escritos de elevada calidad gracias a su formación teológica y que sirvieron de inestimable apoyo a aquellos que llevaban una vida de retiro en los monasterios. Su obra se asienta en un conocimiento erudito de la Biblia y de la Patrística, hasta el punto de ser considerado tradicionalmente como uno más de los Santos Padres.

    La actividad productiva de los monjes cistercienses fue notable. Por un lado se dedicaron a la copia de manuscritos en los scriptoria, también el trabajo en la huerta y otras labores manuales de mantenimiento de la comunidad. Sobresalieron en actividades como la roturación de bosques inhóspitos, su puesta en cultivo, la producción vitivinícola, la acuicultura, etc. Tan productivos y eficientes resultaron ser que los monarcas hispanos les donaron tierras en zonas inhabitadas y peligrosas (En muchas ocasiones por ser fronterizas frente a Al-Andalus).

    A pesar de que existe polémica entre los especialistas sobre cual es el primer monasterio cisterciense de la península, parece que el primer asentamiento de los monjes fue en 1140 en el monasterio de Fitero en Navarra, entonces perteneciente a la corona de Castilla , donde reinaba Alfonso VII el Emperador, aunque otros autores consideran a los monasterios de Sobrado dos Monxes o Moreruela anteriores. Unos años más tarde encontramos a Regra también en Oseira, pero no antes, contra la creencia tradicional de que fue este cenobio el primer cisterciense de Galicia. La abadía de Sobrado ya existía desde mediados del siglo X pero no había en ella vida monástica en el momento de su donación al Císter.

     La mayoría de las fundaciones en la Península se realizan en la segunda mitad del siglo XII, siendo además estas las que tendrán mas éxito. El procedimiento se repite en cada fundación, un grupo de doce monjes, procedentes del monasterio fundador o casa madre, ocupaban el lugar procedente de la donación real, y se encargaban de preparar el lugar para la futura comunidad, estas primeras construcciones debieron de ser modestas y no se conserva ninguna. El asentamiento de las comunidades se benefició de la falta de interés de los monjes por los asuntos políticos y monetarios, por lo que no lesionaban las ambiciones de clérigos y nobles. Por otra parte su capacidad para organizar el trabajo agrícola, con gente preparada que controlaba a un grupo grande de conversos dedicados a estas tareas y sometidos voluntariamente a la disciplina de los monjes, permitía tener mano de obra dispuesta a trabajar tierras improductivas. Esto, acompañado del prestigio de la orden , hace que muchos devotos entren en los monasterios con el consiguiente crecimiento de los cenobios y la necesidad de ampliarlos y mediante las riquezas obtenidas, construir los grandes complejos que han llegado hasta nuestros días. Los nuevos monasterios se fundan a partir de otro o "casa madre", en la península fue sobre todo Morimond en la parte centro y Aragón la gran fundadora, mientras que en Galicia, León, Cataluña y Portugal, fue Clairvaux la que cumplió este papel. Los monasterios de la península no se ajustan en su construcción a sus casas madre, salvo en la distribución general de los monasterios. Existen importantes influencias locales, de grandes construcciones de la época como la catedral de Santiago de Compostela con su influencia en las construcciones de Galicia, En Gradefes la cabecera es similar a la de la catedral de Ávila y Santo Domingo de la Calzada. En algunos monasterios los frailes tuvieron una participación en su construcción, pero la existencia de los localismos descritos indican que los monjes tuvieron que utilizar mano de obra local, incluidos probablemente arquitectos. La existencia de marcas de cantero en las piedras de distintos monasterios, nos indica la presencia de grupos de canteros profesionales y por tanto asalariados no religiosos. 


 

 



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